Es como cuando después de años siguen diciéndote que por qué no dejas de fumar, que eso mata,
y tú sigues insistiendo en que de algo hay que morir, y que si cada cigarro te quitara un día de vida, te los fumarías de tres en tres, o de paquete en paquete.
Es como cuando echas leche fría al café y lo dejas sobre la repisa de la cocina un momento y tu madre te llama a gritos diciéndote que se te quedará frío si no te lo bebes ya.
Como esa pequeña línea entre beberte una copa o lanzarte al vacío bebiéndote una botella.
Es como echar de menos algo que nunca has tenido, aunque creyeras que sí.
O aún peor cuando sabes que algo ha sido tuyo, y ya no lo es.
Como arrancar una flor porque es bonita sin pensar que al arrancarla dejará de serlo.
Es como cuando te preguntan cuál es tu libro favorito y siempre dices el último que has leído.
O como saber que no podrás decidir cuál es tu canción favorita hasta que estés muerto, porque siempre queda más.
O como cuando miras reír a alguien y no puedes evitar sonreír, porque la alegría (que no la felicidad) es contagiosa.
Como fantasear con un futuro sabiendo que no llegará nunca.
Como los segundos antes de dormirte, cuando piensas que nada es importante, y que siempre queda algo bueno que intentar.
O como escuchar Russian Red viendo llover en una ventana.
Que aunque no haya motivos, habrá melancolía, porque la lluvia trae eso, melancolía, y poesía, y cafés helados.
Como cuando te despiertas en medio de la noche muerto de frío y te tapas.
Como cuando te pones medias en invierno porque tienes los pies helados.
Como cuando estornudas.
Como cuando miras la luna, las estrellas y filosofeas contigo mismo.
Como cuando te compras zapatos nuevos y los estrenas.
Cuando consigues llorar con Johnny Cash.
"Y debo decir que confío plenamente en la casualidad de haberte conocido. Que nunca intentaré olvidarte, y que si lo hiciera, no lo conseguiría."
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